Friday, April 14, 2006

*Tras Flagelos*

Tras flagelos que se alteran cuando caen en nuestra espalda,
me abstengo de romperles los hocicos vegetales.
Suave, cuéntame tu suicidio silencioso.
Nada de cielo, sólo silencio.

El vapor alado que seduce
desde lo más inquieto de tu persona,
pasivamente sobrepasa un grado.
Pero la luz completamente negra,
deja ciego y vincula el humor con la presencia.

No es sólo la fusión de elementos que aparentemente contradicen, es la visión panorámica de un movimiento individual y correcto. Es reconciliar nuestros fines con los no visibles, sin mostrar las carencias evidentes de nosotros mismos.

No se intente comparar el latido rojo de un corazón humano,
con el paciente temblar de un cuervo oscuro.
Alejarse de lo que ya está apartado,
que no se haga esto una costumbre.


.:Tristemente lamía la madrugada:.



Tristemente lamía la madrugada,

encarnada tan honda en tus pálidas entrañas…

Como una hoja con el viento,

de ti me siento desprendida.


Desesperada sombra,

con tu angustia encadenada,

en tu cuello suave pruebo que la penumbra está incendiada, 
tímidamente escondida.
 
De ti y de mi, a la tiniebla y a la nada. 
¡Por alcanzarte no puedo sostenerte!
Te me escapas... ser invertebrado. 
Yo firme persigo tu vida lenta; tu cambiante vida dolorosa.
 
Te veo y me quedo helada por la alegría.
Te asocio en la explosiva vertiente de las lágrimas.
Me envuelvo en tu mente tan gozosamente impura, 
en lo gris y sórdido del pensamiento.

Tu piel me embiste, arrogante a lo que supuro.
¡No tengo nada para embalsamar el tiempo!
¡No puedo sostener este agónico segundo!
 
Me trago tu lumbre tempestuosa, 
porque haces vivir la risa que en mí existe.

Me dejas, y ya no puedo edificar tu sumisa presencia.
Mi aire sin sentido, sin voz, sin tacto…
¡Eres mi propio corazón acuchillado!



-Otoño de Melancolía-

No respiro tentaciones,

porque en mí todo se adentra con demencia.

Cómo vivir sin perturbarse,

si mi sangre no cabe en la existencia.

Atragantada por tus amorfas vastedades,

bien fijadas ante le grotesco instante que palpita.

Lamerse la sangre desde un principio, lamerse…

carne llorosa.

Ser obsesionado de mi sombra que se aparta vagabunda.
Sin color ni matiz, mi alma padece de terrible redondez.
Es remontar hasta la fuente del torrente en la angustia,
cada vez que el latido unicorde se hace escala.

Mi otoño de melancolía, lirio del arrojo.
Desfiguras la cara encarcelada entre tus dedos.
¡Apártate!… no eres lo que en verdad se dice un cuerpo diáfano.